Búsqueda

Gotas de lluvia en el cristal, se congelan. Gotas de lluvia liquidas que se tornan pequeños cristales. Frío. Negativo. Polo Norte, calor, manta y colchón. Escalofrío al oír el aire de después de las eses.

Busca explicación si quieres, pregunta a quien no sabe o haz que entiendes lo que ni siquiera has vivido. Busca la vida y se algo nuevo cada día.

Crece, siente que cuando más completo te sientes, más aislado te encuentras y busca el equilibrio. La búsqueda… procura y hazte fuerte, vuelve.

 

 

Con/destrucción

Las letras avanzan, se forman las palabras y se unen en frases. Las frases formadas acaban en puntos. Cuando estos puntos se vuelven definitivos se forman los párrafos.

Cuando nadie me ve, en la penumbra de mi cuarto encadeno las letras y formo palabras. A veces, todo tiene sentido, pero otras solo lo tiene para mi y aun siendo mi sentido, lo pierde con el tiempo.

Volver a leer párrafos con el paso del tiempo hace que olvide en que sentido o manera uní esas letras y que querían decir aquellas palabras. Estrofas vacías por el paso de los segundos, que se convirtieron en minutos y que hicieron que pasaran los días mediante las horas.

Años. casi décadas ya…

Recuerdos desorientados. Olvidas el momento en el que sucedió, solo importa el cómo y el porqué, no importa el cuándo. A veces, también importa el quién, pero a veces solo eres tú.

Hasta aquí, 153 palabras. Muchas letras, pocos párrafos y algún que otro punto. Muchos segundos, algunos minutos, no llega a la hora. Estrofa vacía para dentro de algunos años, quizá ya lo sea.

 

La zona

Noches de Netflix y rock. Tardes de entre relajado y ocupado. Mañanas de dejarse llevar y acabar. Madrugadas solamente oscuras.

Baldosas de acera que pasan de dos en dos, suben y bajan, también giran. Tiempo. Calor y frío. Horas, minutos y segundos… el vértigo y la velocidad que acompañan el movimiento.

Lenguas e idiomas, idiomas y lenguas. Todo bajo la gran aceleración y todo mejor que en durante el confort.

Ya no estoy ahí, he salido… avisadme si veis que estoy volviendo, es una zona peligrosa. No dudéis…

 

 

 

Pequeña historia

Pequeño, sin rumbo, la disciplina se despistaba cada vez que hacía falta para cualquier cometido. La felicidad se refugiaba en los libros y en un colchón de 90 cm.

Un par de autobuses, un par de mensajes y un cambio a un sofá cama. Subes y bajas, voz y silencio. Vacaciones.

Estudio y trabajo, pérdidas de memoria y pensamiento. A veces sí y a veces no, quizá depende, pero vacaciones y amigos siempre mejora y formaliza.

Grande, rumbo fijo y comprometido. La felicidad es la vida y la cama de 150 cm.

 

¿Lucidez?

Cuando estoy en vigilia, cuando suenan los acordes de una guitarra, con unas cervezas y una conversación interesante, o simplemente en la soledad, se me ocurren cientos de cosas para escribir, para contar, para entretener o simplemente para intentar acordarme de como tuve esa lucidez y poder evocar otra cuando quiera. Pero claro, yo no soy de escribir cosas serias y si lo hiciera, tampoco sabría como hacerlo.IMG_0083

Aunque me gusta el humor, tampoco soy bueno escribiéndolo. Puedo llegar a ser divertido, pero es un humor más zafio y burdo del que me gustaría saber hacer, un humor más negro, que casi escociera, de ese que ni el alcohol cura. Pero ni escribo, ni lo llevo a la práctica, es difícil.

Así que igual, se me da bien darme cuenta de lo que no se hacer y con ese material, quizá podría escribir un anti-diario. Pero, desgraciadamente, todo se queda en esos momentos y ni llevando una libreta y un bolígrafo tengo la suficiente rapidez para anotarlo todo.

Por el momento os voy dejando, que la vigilia sea corta, pero intensa.

Saludos.

Suena la música, vuelan los sueños y el óxido no ha aparecido aún. Aunque sea moderno, estar a la intemperie tiene que pasar factura.

Perdido durante un tiempo, se encontró observándose desde las alturas y no le gustó lo que vio. Se quiso camuflar en la multitud, viajar por el suelo más rápido de lo que hubiera soñado nunca y se imagino bajo tierra tan seguro como debajo de su sabana.

Descendió por una barra de emergencias horizontal y llegó al punto central de un suelo vertical. La duda le embargó y no supo si subir o bajar.

Y allí sigue… el óxido no lo reduce, la multitud no lo apabulla, el viaje lo estimula y bajo tierra no sabe si se agazapa o arrulla.

Parada.

Los caminos no siempre se cruzan, aunque todos lleven a Roma.

Requieren de un esfuerzo, de un recorrido minucioso y de un buen mapa que permita llegar a cruces interesantes.

Quizá, estos caminos tienen aparato de vía y cuando menos te lo esperas se cambian y te sorprendes del resultado. De camino a Roma puedes hacer muchas paradas…

Las paradas se suelen alargar,pero no siempre. Cuanto menos te inmiscuyas en cada parada, menos cuesta levantar el vuelo.

A veces, ciertas paradas tienen un vidrio esmerilado y por mucho que las quieras estirar, solo descifrasuna pequeña parte del enigma.

Si hubiera fábula en estas palabras huecas y no quiere que le pille desprevenido el cambio de vía, solo espere con un buen vaso de ron y disfrute de su próxima parada o sea presto en seguir el camino.

LMI

Vamos a contar locuras o mentiras, lo que nos venga en gana.

Vamos a dejar que vuele la imaginación y que todo este unido, por lo menos, por lo más tonto que nos haya llegado.

No hablaremos de lo serio, o lo disfrazaremos. Haremos el ridículo o encontraremos su sentido.

Seguiremos observando si la luz vigía nos persigue y si no, nos esconderemos un rato de todo.

Saltos de alegría.

Juntar los pies en el aire. Júbilo.

La inmortalidad de esos gestos y lo imborrable de lo que ya no recordamos.

Fuera de aquí no está permitido volar, pero si vomitar.

Quizá vuelva a empezar. Locuras, mentiras e imaginar…

Rojo.

El rojo era su color. Hasta las pecas de su espalda se lo recordaban, multiplicándose todos los veranos con los primeros días de playa.

Le gustaba una guitarra solitaria. Unos acordes y un chorro de voz, solo eso.

Lazo rojo en el pelo, labios rojos y creo recordar que una púa roja la acompañaban. Si los tonos de voz pudieran dibujarse probablemente todo el mundo sabría como pintarlo.

Comenzaba silbando. Tarareaba y se arrancaba. Su púa se deslizaba suavemente por las cuerdas. Su música era celestial y su voz llegaba al agudo más atractivo posible para cualquiera que la escuchase. A veces hacerle los coros era hacerle un feo e intentar cantar a dueto era todo un privilegio.

En esas épocas de acné y mala hostia, cantábamos y huíamos. Desafinábamos entre la gente y afinábamos con nuestras guitarras a cuestas, corriendo por las calles porque siempre llegábamos tarde a algún sitio.

El acné se curó y aunque la mala hostia se quedó, las guitarras comenzaron a coger polvo en distintos rincones del mundo.

Esta tarde, un coche rojo pasó deslumbrándome  y frenó en seco en un semáforo, como si quisiese convertirse en metáfora. Justicia poética, creo que lo llaman…

Pero yo sigo aquí, sin encontrarle melodía a aquella letra.

La espera.

Esperaba sentado, libro en mano. Al fondo, el sol se peleaba con algunos nubarrones por poder mostrarse antes de postrarse en el horizonte. Fotografiaba el momento y seguía leyendo mientras el sol todavía se lo permitiese.

El libro, por el momento, solo traía vieja nostalgia del autor y un olor a nuevo, a recién comprado. Mientras por encima de su nariz, bullicio, gente, animales, coches, bicicletas, autobuses y pensamientos le hacían compañía.

Sabía que la espera sería larga, pero no importaba, él lo quiso así, lo mejor estaría por venir.

Tiempo después, el sol comenzó su bajada. Como si la gravedad de la tierra de repente le afectase, se acercó a la extensiones de tierra lejanas y las atravesó más rápido de lo que se le presuponía en su caída. Como si ese sol que acababa de desaparecer pulsara un interruptor, todas las luces de la ciudad lejana comenzaron a encenderse, poco a poco la oscuridad comenzó a ganar la partida y la compresión de cualquier escrito se hizo dificultosa para cualquiera con buena visión.

Cuidadosamente posó el marcador de páginas sobre la melancolía, comprobó que había recibido el mensaje que tanto esperaba y se levantó para acudir a su cita.

Nos dejó un recuerdo.